PERDIDA Y RECUPERACIÓN DEL AGUA EN LA COCINA
Para luchar contra el pragmatismo y la horrible tendencia a pagarle tres chauchas a alguien más para que haga tu trabajo sucio, los habitantes del primer mundo propugnan el procedimiento de arreglar uno mismo los desperfectos en el hogar, incluyendo naturalmente el grifo de la cocina. Si el grifo lleva ya bastante tiempo funcionando cada vez peor, bastará esperar un poco más para que deje de funcionar en lo absoluto.
Sin malgastar un instante, hay que iniciar la tarea de arreglo del grifo. La primera operación se reduce a comprar un nuevo grifo. Esto puede parecer engañosamente sencillo. Pero tome nota que dependiendo de si el grifo en cuestión usa un calentador de agua eléctrico o no, se necesitará un grifo de baja presión o uno normal. Una vez ubicado un grifo adecuado, deberá desmontarse el grifo defectuoso. Este es un procedimiento bastante intuitivo que no debería presentar mayor problema. El grifo puede estar instalado en la pared o en la base de la cuba del fregadero. En este último caso, se deben aflojar las mangueras que unen el grifo defectuoso a la toma de agua y al calentador eléctrico y retirar los tornillos de sujeción. Durante este procedimiento el mayor problema será el limitado espacio bajo el fregadero, que ha sido utilizado durante años como lugar de almacenamiento para todo tipo de implementos inútiles o defectuosos, trapos viejos de limpieza que huelen a humedad o bolsas de lino viejas de compras y demás parias de la cocina, de modo que para tener acceso a los tornillos de sujeción del grifo, bajo el fregadero, será necesario adoptar una posición extrema, sobre el suelo, con la cabeza doblada en un ángulo incómodo, metiéndola por la puerta del mueble del fregadero, mientras se sujeta con una mano una lámpara de bicicleta a pilas para alumbrar algo en el claustrofóbico espacio, mientas se intenta desatornillar los sujetadores que unen el grifo al mueble. Cuando se termine de retirar el grifo se tendrá simplemente un agujero en la cuba del fregadero.
A continuación se debe armar el grifo nuevo, atornillando las mangueras flexibles y los tornillos de sujeción que vienen en el empaque. De seguro en este momento inevitablemente el agujero en la cuba del fregadero será demasiado pequeño para el nuevo grifo, y tendremos que decidirnos entre forzar con maña las piezas del nuevo grifo por el pequeño agujero con la esperanza de que de alguna manera pasen por él o violentamente dar de golpes al agujero ofendedor para agrandarlo, aunque con mucha seguridad no tendremos las herramientas adecuadas para hacerlo. No por este motivo, los vecinos recomiendan usar el primer método.
Una vez que misteriosamente se haya logrado introducir las mangueras flexibles y la parte inferior del grifo en el agujero de la cuba, y cuando se intente conectar las mangueras a la llave de entrada de agua de la cocina en la pared y a las dos entradas del calentador de agua eléctrico, se planteará el interesante problema de que la manguera flexible que une el grifo a la toma de agua es demasiado corta y por poco más de un centímetro no alcanza a la toma de agua. Para entonces ya serán más de las ocho de la tarde en ese día sábado de lucha contra el pragmatismo y no habrá ninguna posibilidad de comprar nuevas mangueras o repuestos salvadores por todo el resto del fin de semana. Por lo tanto se pasará el resto de esa noche y todo el domingo probando todos los posibles ángulos de instalación del grifo, por si acaso fuera posible salvar el centímetro faltante de manguera. Si eso no da resultado, se probarán todas las permutaciones posibles con las piezas del grifo defectuoso descartado, cuyas mangueras son sin duda más largas, pero naturalmente de un ancho inapropiado para el nuevo grifo. Para evitar el riesgo de dejar la grifería sin conexiones, arriesgando que se filtre agua e inunde la cocina, se tomará la decisión de conectar las mangueras a toda costa, aunque eso signifique volver a sacar con mucha maña el grifo demasiado grande a través del agujero demasiado pequeño, terminando ese fin de semana con el grifo instalado, pero no en su correspondiente agujero sobre el fregadero sino bajo el mismo, como un extraño cefalópodo mutante, relucientemente cromado pero perfectamente inútil.
Llegará el siguiente día hábil en que después de la jornada laboral podamos ir a asesorarnos sobre la solución al problema de la manguera. Tratando de actuar con la mayor previsión posible se llevará a la tienda un ejemplo de la nueva manguera, y después de conferenciar con uno de los vendedores, mientras se compra una prolongación que le hace a la manguera perfectamente, pensaremos por un momento que la conquista del grifo se encuentra cercana. Este breve momento de gloria durará sólo hasta que al volver a casa nos encontremos con que en nuestra ausencia se filtró agua desde la toma de agua, de donde se retiró previsoramente la manguera para tener el ancho exacto de la pieza necesaria, y que toda la cocina y parte de la sala se encuentran ahora completamente inundadas. Antes de poder siquiera ponerse manos a la obra y averiguar si la prolongación de la manguera es la pieza final del puzzle, se deberá trapear la cocina, secar lo mejor posible la alfombra de la sala, ordenar toda la porquería que había bajo el fregadero, separando las cosas que están ahora inevitablemente estropeadas por el agua y las que todavía pueden salvarse si se lavan o limpian. Recién entonces será momento de volver a empezar desde el principio, tratando de pasar las mangueras y el grifo por el angosto agujero y uniendo las tres mangueras, la tercera con ayuda de la prolongación, a la toma de agua o las salidas del calentador de agua, según corresponda. La mayor diferencia es que ahora se tendrá mucho más espacio, ya que el área bajo el fregadero está despejada, y se han desmontado las puertas al mueble del fregadero, de modo de que para apretar los tornillos sujetadores del nuevo grifo ya no es necesario doblar el cuerpo incómodamente para meter la cabeza y los hombros bajo el fregadero sino que basta posicionarse con todo el cuerpo dentro del mueble, en una posición casi igualmente incómoda pero innegablemente menos propia de un contorsionista.
Cuando al fin esté todo instalado y se intente probar el funcionamiento del nuevo grifo reluciente, nadie se sorprenderá cuando empiece a filtrarse agua de todas las mangueras. Durante un par de horas se intentará sin éxito apretar las uniones ayudados por una llave móvil, probando una y otra vez si el agua deja de filtrarse. En este momento habrá que contar con la ayuda del resto de la familia, que aportan manos fuertes e ideas descabelladas, como sacarle las gomas a las bocas de las mangueras, para poder atornillarlas más profundamente contra el calentador de agua. Cuando se tome la decisión de buscar nuevamente asesoría profesional ya serán más de las ocho y habrá que esperar que las tiendas abran al día siguiente.
Una vez asesorados, se sabrá que - efectivamente - se deben arrancar las gomas de las mangueras, ya que son sólo una protección y las verdaderas gomas de aislamiento se encuentran debajo. En ese momento se aprovecha también de comprar una llave inglesa, de modo de mejorar el procedimiento de atornillado de las mangueras, apretando con dos herramientas a la vez haciendo fuerza en direcciones opuestas. Una vez que, de regreso en casa, se hayan retirado las gomas y de percatarse que las mangueras efectivamente entran mucho mejor, veremos con horror que, pese a que la técnica de apretar con la llave inglesa y la llave móvil en tandem ha resuelto el problema de la filtración en la manguera de la toma de agua, la misma se sigue filtrando desde el calentador de agua. A estas alturas las mentes de todos ya empiezan a tener desvaríos paranoicos y se compra una nueva llave de entrada de agua para la cocina, pensando que si no da resultado el siguiente paso será cambiar la cañería hasta la planta baja, pero esto significa un esfuerzo mayor, pues durante ocho o diez años habrá que trabajar en alguna universidad o casa de comercio para reunir el dinero que permita comprar los tres departamentos situados debajo del propio, todo ello con la desventaja extraordinaria de que mientras se trabaja durante esos ocho o diez años no se podrá usar el agua de la cocina.
Llegará tal vez el día en que podamos cambiar los caños de todos los departamentos, y durante todo ese tiempo viviremos rodeados de palanganas, botellas y otros recipientes llenos de agua traída del baño para cocinar o lavar los platos, mientras el agua se sigue filtrando lentamente de las mangueras. Con mucha frecuencia tendremos la impresión de haber llegado al término de la tarea, porque pasaran horas e incluso días en que no se filtre ni una gota, pero finalmente se terminará por filtrar el agua e inundar la cocina. Finalmente, cuando hayamos cambiado los caños de todo el edificio, llegaremos a la cañería de la calle, y en estos países burocráticos ningún soborno nos permitirá continuar la reparación.
Pero antes de eso, y quizá mucho antes, por ejemplo cuando decidamos comprar un nuevo calentador de agua, que esté convenientemente en oferta en la tienda, puede suceder que logremos instalar correctamente el grifo. Basta pensar en la alegría que eso nos produciría, en el asombrado cálculo de los esfuerzos ahorrados por pura buena suerte, para escoger, para exigir prácticamente una tarea semejante, que todo maestro (chasquilla) consciente debería aconsejar a sus alumnos desde la más tierna infancia, en vez de secarles el alma con la regla de tres simple o las tristezas de Verdún.